sábado, 24 de noviembre de 2012

¿Cómo me veo mami?

— ¿Cómo me veo, mami?

—Hermoso, mi niña, la más hermosa de las mujeres…

—Exageras, mamá, soy una más.

La chiquilla se veía radiante. Era su primera cita amorosa hasta ahora. Conoció a un muchacho que le correspondió a sus ansias de amar. Y no lo disimulaba: sabía que este primer encuentro sería decisivo en su vida; también lo sabía su madre, una mujer que daría su propia vida por sus hijos.

—¿En verdad luzco bien, mamá?

—Ya te lo dije mi niña, la más hermosa de cuantas conozca…

Su sonrisa triste no la advirtió la hija que, entusiasmada en sus propios sueños, no veía la honda pena que la madre cubría con esa forma tan especial que tienen las mujeres amantes de sus hijos. Con los últimos toques de maquillaje, casi terminaba su angustia de la larga espera. Afuera aguardaba el joven amigo que de ella solo conocía el nombre… Berenice. La conoció en la parada de autobús, cuando el sin saber bien por qué, le ofreció el único asiento del autobús; ella agradecida le cargó sus pocas pertenencias.
Lo demás, solo preámbulo de esta hora: pronto abordarían otro autobús que los llevaría a las puertas del paraíso o del mismo infierno…, pensó la afligida madre. La volvió contemplar con los ojos limpios, el tiempo atrás, solo eran recuerdos de risas y chanzas. Correrías y caídas, ella siempre ahí para levantarla, para auxiliarla, para limpiar sus lágrimas. Abrazos y cumpleaños; qué daría para regresar al menos a ese día, que con tanto dolor emergió de su vientre; llantos de bebe…

—¿Mamá, en verdad me veo bien? ¿Crees que le guste?

—¡Claro, mi niña, sería un tonto si no lo ve…! Te ves hermosa…

—Hay, mamá, tú lo dices porque me quieres. ¿Pero en verdad me veo como toda una mujer?

—Qué cosas dices, pues claro que una mujer, solo que tengo miedo, mi niña, solo eso...

—¿De qué, mamá, crees que algo me pase? Anda, explícamelo.

—Nada, mi niña, son miedos de una vieja tonta… tú sé feliz, que es lo que cuenta, no me hagas caso.

—¡¡Ok!!

La puerta se cierra. Genoveva, a través del cristal, mira a su hija acompañada de su amigo… Una lágrima resbala por su rostro. Germán, hijo, ojalá seas feliz, mi niña hermosa, musita mientras acaricia el ventanal con un dedo.


Fin
Mario a.
nov 11 2012

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