lunes, 31 de diciembre de 2012

Marxx


Marxx, avanzó hasta donde se encontraba Eve, la tomó con firmeza de los hombros, la giro sobre sí misma y besó sus labios. Un leve estremecimiento la recorrió, sonrió.
— ¿Pasa algo Marxx…?
—No querida, solo se me antojó darte un beso.

Se montaron en la motocicleta; hábilmente esquivaron autos, gente y calles. Marxx metido en mezclilla y cuero. Eve, en ajustado pantalón y altas zapatillas; se veían imponentes detrás de sus anteojos oscuros. Cualquiera pensaría que pertenecían a una horda de Harley o Chopper.
Pronto pararon frente a una vieja casona por la colonia Roma. De estilo Art Nouveau, con vitrales coloridos, de dos plantas y un corto balcón. Una sola entrada, al centro, una incrustada puerta natural cerraba la fachada; que no era tan grande, pues empotrada, daba la sensación que los modernos departamentos rápido se la tragarían.

Hizo señas a la mujer para que se acercaran. Tres toques a la puerta y un pequeño ojo de bue, una gran sonrisa se asomó. — ¡Marxx, por dios eres tú! la puerta en conjunto se abrió. Una joven madura salió a su encuentro, lo veía y lo veía como si creyera que fuera una aparición fantasmal; reía y daba pequeñitos brinquitos de felicidad.
—Pero si no has cambiado nada, estás igualito desde la última vez que nos vimos…
—Sasha, tu igual de hermosa; como si apenas ayer nos hubiéramos despedido.
—como siempre tan galante y un adulador mentiroso.

Eve solo espectadora, apretaba la mandíbula. Medía discretamente la figura de la mujer, de talla mediana, carita ovalada, tez morena clara y de un acento del norte del país que revelaba sus orígenes.
—Pero pasa, ya te sabes el camino. Les dará mucho gusto verte de nuevo…

— ¡Jha—

 Marxx y Eve se internaron por un angosto pasillo, herbolado y floral, con falsas esculturas surrealistas, todas carentes de color. La luz artificial bañaba el jardín con un toque romántico.
Varias veces Marxx tuvo que jalonearla pues ella pensaba que se trataba de una casa de citas o algo parecido. Por fin entraron a una gran sala. Varias sillas quedaban frente a un estrado. Imágenes esotéricas y unos cuantos desnudos femeninos en extrañas posiciones; unas sujetas de gruesos lazos de algodón, otras provistas de accesorios de piel y metal.
Entusiasmada, Eve, apretó la mano de su acompañante. Si, un salón de BDSM. Por eso no comprendió cuando la volvió a jalar de nuevo. Ella solo lo siguió. Casi oculta, una puertilla fue abierta. Por ahí pasaron con cuidado, entraron a una habitación en penumbras. Luces oscuras de matices ámbar, un tenue aroma a incienso mezclado con otros humores, penetraron en los pulmones de ambos. Así, casi en tinieblas, una voz sonó a lo ancho de la sala.

—dichosos los ojos que te vuelven a mirar. Soy testigo que aun vives…
—hola Zoe, igual me da gusto volverte a ver.—contesto Marxx.
— ¡Sasha, enciende las luces. Tenías razón, luce inmejorable el buen máster…!
Una estruendosa carcajada rebotó por las paredes. —Jajajaj.

Al iluminarse el salón el espectáculo era por demás exótico. Dos acompañantes femeninas estaban a cada lado de Zoe, semidesnudas, postradas en sus respectivos cojines; sin moverse, los dos pares de bellos ojos recorrían curiosos a los recién llegados. Particularmente a Marxx, sin moverse, lo observaban embelesadas, con ese brillo increíble que deja el éxtasis.

—Mmm… ¿Es este tu trono, buen maestro? Ocúpalo por favor— Indico ahora Zoe. Al momento se puso de pie y lo cedió a Marxx. Él ni se movió de donde estaba. A su lado, Eve permanecía atenta.
— ¡Pero qué tonto soy, qué costumbres las mías! ¿La señorita, es sin duda lady? Sasha, niñas, traigan la silla que le corresponde a la Señora de inmediato…
—No hace falta Zoe, no vine a evocar viejas glorias, no temas…
— ¿temer? ¡mmff!—reviro el principal amo, que volvió a ocupar la silla. —Tu arrogancia está intacta, querido maestro. ¿Temer, a quien? Si no mas recuerdo, aseguraste no regresar… hace ya muchos años; desde entonces te desapareciste. Dejaste a al olvido todo esto. ¿Dime que temo? ¿O a quien debo temer?

—¡Sasha!
—¿Si Marxx, dime?
—Serías tan gentil, de acompañarnos a mi aposento…
—Claro Marxx, por supuesto.

—¿Cómo sabes que sigue sin ser ocupado? Ya son muchos años y la familia crece. Ahora eres tu el que teme… —Se dirigió con cierta malicia Zoe a los visitantes.
—Zoe, no tengas miedo, solo vine a mostrar el museo que alguna vez me perteneció — fue lo que obtuvo por respuesta del antiguo maestro.

Zoe, a duras penas, logró disimular su disgusto. Calló mejor. Su orgullo era más, tanto como para perder la compostura ante quien fue su tutor. Solo sonrió retador.
—Es cierto, permanece cerrado a cualquier visitante. Ve, estás en tu casa también.
— ¡Marxx! —Aludido, se dio lentamente vuelta.
— No me has presentado a la fina señora…
—Me conoces a mí, y con eso basta.

—Mmm… —un gesto de ira se alojó en las facciones de Zoe; era visto que Marxx, sentía desprecio por su antiguo discípulo. Sasha no evitó una leve sonrisa. Condujo a la pareja a un apartado. Una habitación más amplia, un salón bien dispuesto, sofá, sillón principal, mesa de centro, cantina con licorería; un pequeño radio que la mujer morena sintonizó con música suave de jazz, conocedora de los gustos del máster.
Flanqueadas por gruesas cortinas, una enorme cama se ocultaba, recogida de sobrias sábanas, mullidas almohadillas en la cabecera, invitando al reposo y a otras cosas.

—Siéntate querida. —se dirigió a Eve. —Es el aposento de Marxx, nadie más ha entrado desde que se marchó…
La mujer que desde que llegó no había dicho nada, por fin habló.
— ¿Quién es, Marxx, y qué es todo esto?
—Sasha, te presento a Eve, una amiga. Eve, te presento a Sasha, mi niña… —ahora decía enfático el máster.
Emocionada esta, abrazó y besó efusivamente al hombre, su acompañante, quedó un más desconcertada.
—Creí que te habías olvidado de mí; creí, maestro, que nunca más lo volvería a tenerlo junto.
Sin pudor, alzó su blusa, enseñó orgullosa un tatuaje con la marca de un nombre: Marxx. —A pesar de los esfuerzos de Zoe, siempre tú has sido mi maestro y mi señor.

— ¿Por qué me has traído aquí, qué significa todo esto?—aturdida dijo Eve.
—Creí, que te gustaría saber más de mí…—contesto Marxx.
—Los dejo, perdone señorita Eve, yo solo quise ser amable. No sabía. —apenada Sasha, lentamente acomoda su ropa.
—No se preocupe Sasha, todo me agarró de sorpresa. Y si, sé quién es Marxx; solo que creía que ya estaba retirado de años… yo también soy practicante no muy frecuente. Pero me fascina todo esto, habrá quien no entienda, que lo vea como una perversión; algo anormal y amoral. Pero es lo nuestro.
—Siendo su maestro, señorita, no hay misterios que no descubra… los dejo, pónganse cómodos. En una hora se sirve la cena. Si algo necesitas ya sabes cómo llamarme, gran maestro

 Ya solos, Eve, se le tira a los brazos, su alegría no cabe en su ser. Y no la podía disimular. Una catarsis experimenta; de un simple desconocido que era el hombre, ahora pasa ser un autentico amo del sadomasoquismo.

— ¡No me mentiste, eres lo que eres! Solo de pensar me mojo…— besos, suspiros, ropa volaban; las sábanas recibieron cómplices a los amantes afiebrados, entregados al preludio del amor. No quedó palabra sin pronunciar ni lugar del cuerpo que estrechar, que besar, que sentir.
Cuando los volcanes de la pasión apagan su fuego; la calma reina de nuevo. Eve y el ex máster reposaban exhaustos, todavía desnudos, todavía sudorosos. Eve, lo miraba con enferma admiración, le acariciaba el pecho y rozaba los sus labios con besos tiernos.

— ¿Te cae mal Zoe?—dijo levemente Eve.
—Era mi mejor estudiante, siempre fiel y honesto. —ahora el miraba al radio, que no dejaba de sonar ese jazz triste
— ¿Te traicionó?
—de ser solo eso no sería la gran cosa, pero Zoe fue más que mi alumno; fue mi mejor amigo…
— ¿Ya no lo es?
— ¡No!—tajante termino Marxx, la plática.

 Ella no dijo más, intuyó que no había que preguntar. Tantas veces le demostró que la fidelidad, la amistad siempre son calidad antes que número. No le conocía amigos, desde que salían juntos, nunca antes le presento, familia, socio o compañero de trabajo. La verdad, es que cada vez, ante de esta, ella dudaba más de su extraña procedencia. Con sus amigos él nunca simpatizo, su arrogancia, su carácter siempre a la defensiva; era barrera que se interponía ante los demás.
¡Toc… toc!— ya está lista la cena; ya bajen a comer… —por debajo de la puerta, llamo Sasha

— ¿Tienes hambre mi amor? ¿O ya quieres irte?—pregunto, melosa Eve al tiempo que alaciaba su abundante cabellera.
—No. Vamos, Sasha preparó la comida y no me gustaría ser grosero o descortés con ella. —lo dijo, mientras depositaba un beso en la frente de la mujer.
—… ¡La aprecias mucho! Me van a dar celos… —agrego ella-
— ¿Lo conoces?—rio divertido el antiguo máster
—Puedo aprender fácilmente. —agrego traviesa, mientras buscaba los labios de él.

Marxx la condujo por otro salón que igual estaba a media luz. No había un comedor, ni sillas, solo mesitas, con cubierta de cristal y pequeños sillones acojinados.
 Zoe, Sasha y otros personajes ya estaban instalados en sus lugares. Lo que se encontraba servido en los platillos no fue lo que impresionó a Eve, sino cómo eran sostenidas las pequeñas mesas. Cuatro sumisas servían como base para soportar el peso del mobiliario en su conjunto. Las mujeres por completo desnudas; Zoe reía con perversidad, al buscar la mirada de su antiguo maestro. Conocía por demás, que él nunca acepto esta clase de prácticas en sus días de instructor. Marxx, sostuvo la mirada, hasta que Zoe, la tuvo que esquivar sin remedio; ante el peso de aquel, sin duda más fuerte y más determinante.

—Tome asiento maestro… señorita, por favor… ¿Espero que sean de su agrado los alimentos y la vista?— Continuo Zoe diciendo.
Marxx no contesta, solo retira el asiento para Eve; que lo ocupa dócilmente.

— ¿Señorita Eve?— ¡Si señor, así me llamo!
— Disculpe la indiscreción ¿es usted practicante?
—Sí señor. ¡Lo soy!— responde rápido, la mujer.
— ¿Ama o sumisa...?
— ¿Qué quieres saber Zoe? Sabes que es de mala educación interrogar a tus visitas. — Marxx toma de tajo las palabras del imperioso amo y las aplasta.

—Es cierto, discúlpeme señorita. Solo fue curiosidad. ¡Sasha presenta a los invitados.—Ordena contrariado el príncipe Zoe.
—Lord Camazot, amo reinante del norte.

—Sir Seiya amo de la ruta del sur.
—Os presento al Maestro Marxx, Máster Principal, Tutor de Amos; Amo Portador de la Luz, Fundador de la Orden Antigua Flor de Liz. Procurador de la Observancia de los…

— ¡Sasha, ya por favor! Qué tanto título. Son solo cargas para los hombros de nuestro amigo…—interrumpe fastidiado de nuevo Zoe. Sin embargo, no logra opacar los murmullos de los presentes que suben a sus oídos.
Sasha apretó el ceño. Hoy convertida en instructora de sumisión, siempre fue una sumisa, hasta que la tomó Marxx; le enseñó el verdadero arte de la obediencia, no por un acto de desprendimiento de las voluntades, sino por el solo hecho de amar aquello que no se entiende: la fe. Previendo su pronta partida, la educó con tanto esmero que ella aprendió que la obediencia es necesaria, aun cuando el Señor fuera torpe y tonto; como en esta ocasión.

Camazot fue quién continuó hablando—Noble Señor, así que eres el Gran Marxx; héroe de tantas batallas… No sabe el infinito honor que mi vista tiene de verlo, mi oído de escucharlo; de ser testigo que el hombre del que se cuentan tantas maravillas está ante nosotros. Si no fuera por usted, este mundo que amamos se hubiera derrumbado…
—Lord Camazot agradezco sus palabras; pero bien dice Zóe, son cargas para mis hombros. De lo que fui y soy, ya hay una división; ni puedo ir para allá en tiempo, como esos tiempos tampoco le son posibles regresar. Ruego entonces que solo me considere como Marxx.

—Señor cuánta sabiduría tienen tus palabras; no por nada la leyenda que cubre tu nombre es cierta, me consta… pues igual fui testigo de esos días en que la tormenta arrecio, llevando el aire su nombre…
—Ejemm… ¿No dirás nada tú, sir Seiya? ¿O compartes la opinión del lord?—Hostigó el principal.

—Bien sabes que todos conocemos la historia del máster. Quién no lo sepa es ignorante y necio. Dígame ¿Aun sostiene sus tesis de aquel entonces?—contesto el joven Amo, de mirada profunda pero llena de sombras, sin duda, su corazón guardaba las afrentas del pasado.

—Sir, veo que me conoce más de lo que yo imagino… siendo así, la pregunta sería ¿Qué hago aquí? Más no hay temor. Si hace muchos años salí de aquí porque no aprobé los oscuros razonamientos de varios; auspiciados por el que vi como mi propio hermano y mi amigo… No vengo a pelear ni a remediar. —Marxx, decía, mientras se llevaba el bocado a la boca.

— ¿Un maestro puede tener resentimientos?—Agregó divertido Zoe, por el curso que tomaba el encuentro.
—Un máster no, un hombre si—contesto al bajar la cuchara al plato el antiguo maestro.
— ¿Me recuerda señor Marxx? Mi padre fue también su alumno—Alzó la voz el joven sir.
— ¿Es hijo de lord Dzad, acaso?—pregunto el interrogado.
—Usted lo ha dicho; cuando niño lo observaba. Sus palabras, sus gestos, encendían mis ánimos. La efervescencia arrastraba las muchas emociones. Pensaba que algún día sería como usted. Y sin embargo no fue así porque traicionó a los suyos y se fue…
—Si ve a su padre dígale que lo considero mi amigo.— Hablo con amargura, sin prestar atención a las ofensivas palabras del sir Seiya.
—Siento que no podré…—se apresura él, joven amo
—De vivir, déselos. De estar muerto, eleve una plegaria a su memoria.
— ¡No es necesario! No haría ni una cosa ni la otra. Contestó tajante sir Seiya
—Sea así— sentenció el antiguo máster.

—Pero Seiya, sir sabio y conciliador. ¿Por qué culpas a Marxx, de los pecados pasados? Una buena virtud de Amo es saber perdonar los errores…
—Entonces no seamos sabios—Replico Seiya.

Camezot, ya mayor que Seiya, fue quien cortó el silencio que envolvía la sala.
—Lo cierto es que el enclave donde todos opinaron y expusieron sus razones, acabó dividido. De esta forma, el excelentísimo Marxx, prefirió mejor el exilio; a que se rompieran los hilos de lo ya conseguido… pues fueron más las voces a un solo hombre que a las muchas ideas de otro.
— ¿Entonces qué sucedió lord? —Preguntó burlón el altivo Zoe. Si hubiera sido lo contrario, ¿Sería yo el extranjero, eso sugiere?
—Cuando el dueño de la casa deja la casa, alguien debe cuidarla…—aseveró el lord.
— ¿Soy perro acaso, Camazot?—fustigo de nuevo Zoe
—Los perros no razonan, solo siguen su instinto; excelencia, nunca dije tal cosa.—agrego el lord

— ¡Bah sea!—el principal, cada vez perdía más la compostura, se movía nervioso de su lugar.

Continúo hablando Marxx, dirigiéndose Seiya a. Eve lo escuchaba atentamente. Observaba como todas las miradas iban dirigidas a él.

—tu padre sir, fue el último en voltear la espalda; pero no lo culpo; al contario sino tú, su hijo, no estarías aquí. Te amaba tanto en su corazón de padre. No tuvo alternativa, eligió tu futuro antes que su obligación.
— ¿Le llama traidor, máster?
— ¡No, solo prudencia! Dzad, fue mi amigo mucho antes que tú nacieras. Zoe fue la rama que dobló la rama…


—Hmmm— Fuera de sí, Zoe maltrata a una de las mujeres, que lleva casi una hora en esa precaria posición— ¿Mierda, dime a qué te apareciste Marxx; habla con toda claridad? Pues no reconozco más autoridad que la mía. Así se voto y se decidió.

—Ese es tu gran problema: nunca has logrado calmar tus emociones…— habló Marxx, al mismo tiempo que ayudaba a la infeliz sumisa a incorporarse—Tu descomunal deseo de acumular poder y fatuo reconocimiento te convirtió en un ser ambicioso y perverso.
— ¡Se acabó la cena! ¡Mujeres, a sus habitaciones! Sir y lord, hagan el favor de retirarse; señorita Eve, espero que entienda y nos deje solos. Necesito conversar con el noble maestro…

De nuevo se adelanto Marxx. — ¿Tienes miedo de tus miedos…?
—Os ruego señor que respete. Le recuerdo que no sois nadie aquí ni en ninguna otra parte. Bien dice Camazot; soy un perro que muerde y deshace al extraño. Señorita ¿aun aquí…?ahora se dirige a la acompañante del ex máster.
—Señor Zoe—Habló Eve —Si bien es ciºerto esta casa, ahora, le pertenece… Yo no, soy de su propiedad, vengo con el caballero Marxx, y si él no tiene a bien echarme, aquí permaneceré.

—Ya veo; las mujeres siempre siguiéndote. Sasha te reconoce más a ti que a mis mandatos. Mas es verdad; esta mujer no es mía, de lo contrario, ya la hubiera mandado a azotar 500 veces…|
— Y después ¿qué, señor Zoe? — Lo miró retadora—Me haría el amor otras tantas veces…?
— ¿Así es como las educas, hoy en día? Sigo sin entender tu visita, máster; pero has agitado las aguas profundas y te exijo que me reveles cuál es tu razón de estar aquí.—rabiaba fuera de sí, Zoe.

Marxx, dio un paso adelante justo donde se hallaba su antiguo alumno, sin dejar de mirarlo a los ojos continuo hablando con mesura, claro y fuerte.
—El poder te ha trastornado por completo. Nunca lograste separar la realidad de la fantasía. Lo tiempos no volverán porque yo me los llevé… Te diré algo alumno mío: Nunca te fíes de las apariencias. Cuando te reflejes en un espejo, no creas en lo que ves. Siempre duda del que está enfrente de ti; pues podría ser sin, que lo sepas,  una valiosa ayuda para sobrevivir un día más.

—En metáforas hablando, siempre con alegorías. Por eso pocos aprendimos de ti; y lo que así fue, pronto lo olvidamos. —se burla descaradamente, Zoe, de las palabras de sus maestro.
Marxx, no se intimida, muy al contrario sabe que ya nadie hay por hacer por Zoe; ahora lo compadece.
—Nunca eduqué al entendimiento, sino al corazón. Y el tuyo se pudrió ante la oferta del poder; ya lo tienes, pero perdiste lo único bueno que había en ti. Al estar así, condenaste lo que se construyó; la obra de los antiguos maestros, su fe y dedicación no fue nada para los jóvenes aprendices. Ellos que debieron defenderlo, te lo entregaron. Fue tu engaño y no la codicia, que los cegó; por eso, no son culpables de tu veneno… por eso siento pena por mi discípulo, que se perdió en la noche…— termino por decir el maestro.

— ¡Marxx! ¿Vienes y me ofendes? ¿Tuvo que pasar tanto tiempo para que trajeras tus reclamos? ¿No  es tarde, para ahora pedir justicia? Siempre tan iluso magnifico máster. Hubiera bastado una sola orden tuya, para ser echado de aquí en ese momento… ¿Y tu seguirías siendo el principal señor de la congregación? Pero no, eres muy bondadoso, muy noble en sus entendidos. Rechazando las nuevas reglas del BDSM, dejaste la posibilidad que gente como yo, al defenderlas; tendría todo el apoyo de los jóvenes máster. El arte de la seducción es adivinar qué se esconde en los corazones débiles, me dijiste alguna vez. Pensándolo bien, si me educaste conforme a tus enseñanzas, antiguo maestro.

Máster y Amo quedaron en silencio, cada uno en su pensamiento tenía la imagen del otro. Eve, en medio de ambos.

—Los tiempos se acaban eso es todo—Musitó como leyendo las calladas palabras de Marxx.

Ya de vuelta, montados en la motocicleta, Eve buscó los labios de él.

—Ahora comprendo la diferencia entre la fantasía y la realidad; dejaste todo eso por ser real…—Él solo sonrió. La moto obediente enfiló a toda velocidad, perdiéndose en la noche de la ciudad.



Fin