martes, 9 de abril de 2013

Anaïs Anaïs…

Cuando te vi esa última vez, no imagine que después termináramos en esto; viéndonos a hurtadillas en hoteles anónimos.
Ni yo amándote tanto y tu sin dejar de besar mis senos. Repitiendo una y otra vez, que esto es prohibido, que no es normal, pero no dejas de hacerlo.

De ese día a este otro, ya han pasado muchos más, casi un año. Recuerdo que mi primera reacción fue el rechazo, el negar tu existencia. Debes comprender que fueron muchísimos años sin saber de ti, desde esa mañana que nos abandonaste. Se junto tanto resentimiento, no sabes, cuanto llore, cuanto sufrí, era el tiempo que te necesitaba más. A diario te escribí una carta que se fueron quedando en mis libretas. No sé cuanto paso, y te fui olvidando poco a poco. Te fui borrando de mi pasado al crecer; eso lo sabrás, dejamos de ser niños sin los juguetes que quisimos tener.

Esa tarde, que por casualidad nos encontramos, a las afueras de París, fue eso solo casualidad nada planeado solo dejado al fortuito desenlace del destino.

—¡Es él!— Alguien me advirtió, me dispuse a salir de inmediato, en memoria de mi madre, y de la mía. Sentía desprecio por quien no tuvo ni la ligereza de una explicación… pero basto una mirada; a tus ojos azules, tú cara limpia, la figura larga en ese traje gris, que contrastaba con el negro de la ocasión.

Algo dentro tembló, no se a bien que fue, pero ahora puedo jurar que sería el amor, que siento por ti amado mío. Y si tu no me amas, no importa ya me acostumbre a tu abandono, padre mío.

_________________