Marxx, avanzó hasta donde se encontraba Eve, la tomó con
firmeza de los hombros, la giro sobre sí misma y besó sus labios. Un leve
estremecimiento la recorrió, sonrió.
— ¿Pasa algo Marxx…?
—No querida, solo se me antojó darte un beso.
Se montaron en la motocicleta; hábilmente esquivaron autos,
gente y calles. Marxx metido en mezclilla y cuero. Eve, en ajustado pantalón y
altas zapatillas; se veían imponentes detrás de sus anteojos oscuros.
Cualquiera pensaría que pertenecían a una horda de Harley o Chopper.
Pronto pararon frente a una vieja casona por la colonia
Roma. De estilo Art Nouveau, con vitrales coloridos, de dos plantas y un corto
balcón. Una sola entrada, al centro, una incrustada puerta natural cerraba la
fachada; que no era tan grande, pues empotrada, daba la sensación que los
modernos departamentos rápido se la tragarían.
Hizo señas a la mujer para que se acercaran. Tres toques a
la puerta y un pequeño ojo de bue, una gran sonrisa se asomó. — ¡Marxx, por
dios eres tú! la puerta en conjunto se abrió. Una joven madura salió a su
encuentro, lo veía y lo veía como si creyera que fuera una aparición fantasmal;
reía y daba pequeñitos brinquitos de felicidad.
—Pero si no has cambiado nada, estás igualito desde la
última vez que nos vimos…
—Sasha, tu igual de hermosa; como si apenas ayer nos
hubiéramos despedido.
—como siempre tan galante y un adulador mentiroso.
Eve solo espectadora, apretaba la mandíbula. Medía
discretamente la figura de la mujer, de talla mediana, carita ovalada, tez
morena clara y de un acento del norte del país que revelaba sus orígenes.
—Pero pasa, ya te sabes el camino. Les dará mucho gusto
verte de nuevo…
— ¡Jha—
Marxx y Eve se
internaron por un angosto pasillo, herbolado y floral, con falsas esculturas surrealistas,
todas carentes de color. La luz artificial bañaba el jardín con un toque
romántico.
Varias veces Marxx tuvo que jalonearla pues ella pensaba que
se trataba de una casa de citas o algo parecido. Por fin entraron a una gran
sala. Varias sillas quedaban frente a un estrado. Imágenes esotéricas y unos
cuantos desnudos femeninos en extrañas posiciones; unas sujetas de gruesos
lazos de algodón, otras provistas de accesorios de piel y metal.
Entusiasmada, Eve, apretó la mano de su acompañante. Si, un
salón de BDSM. Por eso no comprendió cuando la volvió a jalar de nuevo. Ella
solo lo siguió. Casi oculta, una puertilla fue abierta. Por ahí pasaron con
cuidado, entraron a una habitación en penumbras. Luces oscuras de matices
ámbar, un tenue aroma a incienso mezclado con otros humores, penetraron en los
pulmones de ambos. Así, casi en tinieblas, una voz sonó a lo ancho de la sala.
—dichosos los ojos que te vuelven a mirar. Soy testigo que
aun vives…
—hola Zoe, igual me da gusto volverte a ver.—contesto Marxx.
— ¡Sasha, enciende las luces. Tenías razón, luce inmejorable
el buen máster…!
Una estruendosa carcajada rebotó por las paredes. —Jajajaj.
Al iluminarse el salón el espectáculo era por demás exótico.
Dos acompañantes femeninas estaban a cada lado de Zoe, semidesnudas, postradas
en sus respectivos cojines; sin moverse, los dos pares de bellos ojos recorrían
curiosos a los recién llegados. Particularmente a Marxx, sin moverse, lo
observaban embelesadas, con ese brillo increíble que deja el éxtasis.
—Mmm… ¿Es este tu trono, buen maestro? Ocúpalo por favor—
Indico ahora Zoe. Al momento se puso de pie y lo cedió a Marxx. Él ni se movió
de donde estaba. A su lado, Eve permanecía atenta.
— ¡Pero qué tonto soy, qué costumbres las mías! ¿La
señorita, es sin duda lady? Sasha, niñas, traigan la silla que le corresponde a
la Señora de inmediato…
—No hace falta Zoe, no vine a evocar viejas glorias, no
temas…
— ¿temer? ¡mmff!—reviro el principal amo, que volvió a
ocupar la silla. —Tu arrogancia está intacta, querido maestro. ¿Temer, a quien?
Si no mas recuerdo, aseguraste no regresar… hace ya muchos años; desde entonces
te desapareciste. Dejaste a al olvido todo esto. ¿Dime que temo? ¿O a quien
debo temer?
—¡Sasha!
—¿Si Marxx, dime?
—Serías tan gentil, de acompañarnos a mi aposento…
—Claro Marxx, por supuesto.
—¿Cómo sabes que sigue sin ser ocupado? Ya son muchos años y
la familia crece. Ahora eres tu el que teme… —Se dirigió con cierta malicia Zoe
a los visitantes.
—Zoe, no tengas miedo, solo vine a mostrar el museo que
alguna vez me perteneció — fue lo que obtuvo por respuesta del antiguo maestro.
Zoe, a duras penas, logró disimular su disgusto. Calló mejor.
Su orgullo era más, tanto como para perder la compostura ante quien fue su
tutor. Solo sonrió retador.
—Es cierto, permanece cerrado a cualquier visitante. Ve,
estás en tu casa también.
— ¡Marxx! —Aludido, se dio lentamente vuelta.
— No me has presentado a la fina señora…
—Me conoces a mí, y con eso basta.
—Mmm… —un gesto de ira se alojó en las facciones de Zoe; era
visto que Marxx, sentía desprecio por su antiguo discípulo. Sasha no evitó una
leve sonrisa. Condujo a la pareja a un apartado. Una habitación más amplia, un
salón bien dispuesto, sofá, sillón principal, mesa de centro, cantina con
licorería; un pequeño radio que la mujer morena sintonizó con música suave de
jazz, conocedora de los gustos del máster.
Flanqueadas por gruesas cortinas, una enorme cama se
ocultaba, recogida de sobrias sábanas, mullidas almohadillas en la cabecera,
invitando al reposo y a otras cosas.
—Siéntate querida. —se dirigió a Eve. —Es el aposento de
Marxx, nadie más ha entrado desde que se marchó…
La mujer que desde que llegó no había dicho nada, por fin
habló.
— ¿Quién es, Marxx, y qué es todo esto?
—Sasha, te presento a Eve, una amiga. Eve, te presento a
Sasha, mi niña… —ahora decía enfático el máster.
Emocionada esta, abrazó y besó efusivamente al hombre, su
acompañante, quedó un más desconcertada.
—Creí que te habías olvidado de mí; creí, maestro, que nunca
más lo volvería a tenerlo junto.
Sin pudor, alzó su blusa, enseñó orgullosa un tatuaje con la
marca de un nombre: Marxx. —A pesar de los esfuerzos de Zoe, siempre tú has
sido mi maestro y mi señor.
— ¿Por qué me has traído aquí, qué significa todo
esto?—aturdida dijo Eve.
—Creí, que te gustaría saber más de mí…—contesto Marxx.
—Los dejo, perdone señorita Eve, yo solo quise ser amable.
No sabía. —apenada Sasha, lentamente acomoda su ropa.
—No se preocupe Sasha, todo me agarró de sorpresa. Y si, sé
quién es Marxx; solo que creía que ya estaba retirado de años… yo también soy
practicante no muy frecuente. Pero me fascina todo esto, habrá quien no
entienda, que lo vea como una perversión; algo anormal y amoral. Pero es lo
nuestro.
—Siendo su maestro, señorita, no hay misterios que no
descubra… los dejo, pónganse cómodos. En una hora se sirve la cena. Si algo
necesitas ya sabes cómo llamarme, gran maestro
Ya solos, Eve, se le
tira a los brazos, su alegría no cabe en su ser. Y no la podía disimular. Una
catarsis experimenta; de un simple desconocido que era el hombre, ahora pasa
ser un autentico amo del sadomasoquismo.
— ¡No me mentiste, eres lo que eres! Solo de pensar me
mojo…— besos, suspiros, ropa volaban; las sábanas recibieron cómplices a los
amantes afiebrados, entregados al preludio del amor. No quedó palabra sin
pronunciar ni lugar del cuerpo que estrechar, que besar, que sentir.
Cuando los volcanes de la pasión apagan su fuego; la calma
reina de nuevo. Eve y el ex máster reposaban exhaustos, todavía desnudos,
todavía sudorosos. Eve, lo miraba con enferma admiración, le acariciaba el
pecho y rozaba los sus labios con besos tiernos.
— ¿Te cae mal Zoe?—dijo levemente Eve.
—Era mi mejor estudiante, siempre fiel y honesto. —ahora el
miraba al radio, que no dejaba de sonar ese jazz triste
— ¿Te traicionó?
—de ser solo eso no sería la gran cosa, pero Zoe fue más que
mi alumno; fue mi mejor amigo…
— ¿Ya no lo es?
— ¡No!—tajante termino Marxx, la plática.
Ella no dijo más,
intuyó que no había que preguntar. Tantas veces le demostró que la fidelidad,
la amistad siempre son calidad antes que número. No le conocía amigos, desde
que salían juntos, nunca antes le presento, familia, socio o compañero de
trabajo. La verdad, es que cada vez, ante de esta, ella dudaba más de su
extraña procedencia. Con sus amigos él nunca simpatizo, su arrogancia, su
carácter siempre a la defensiva; era barrera que se interponía ante los demás.
¡Toc… toc!— ya está lista la cena; ya bajen a comer… —por
debajo de la puerta, llamo Sasha
— ¿Tienes hambre mi amor? ¿O ya quieres irte?—pregunto,
melosa Eve al tiempo que alaciaba su abundante cabellera.
—No. Vamos, Sasha preparó la comida y no me gustaría ser
grosero o descortés con ella. —lo dijo, mientras depositaba un beso en la
frente de la mujer.
—… ¡La aprecias mucho! Me van a dar celos… —agrego ella-
— ¿Lo conoces?—rio divertido el antiguo máster
—Puedo aprender fácilmente. —agrego traviesa, mientras
buscaba los labios de él.
Marxx la condujo por otro salón que igual estaba a media
luz. No había un comedor, ni sillas, solo mesitas, con cubierta de cristal y
pequeños sillones acojinados.
Zoe, Sasha y otros
personajes ya estaban instalados en sus lugares. Lo que se encontraba servido
en los platillos no fue lo que impresionó a Eve, sino cómo eran sostenidas las
pequeñas mesas. Cuatro sumisas servían como base para soportar el peso del
mobiliario en su conjunto. Las mujeres por completo desnudas; Zoe reía con
perversidad, al buscar la mirada de su antiguo maestro. Conocía por demás, que
él nunca acepto esta clase de prácticas en sus días de instructor. Marxx,
sostuvo la mirada, hasta que Zoe, la tuvo que esquivar sin remedio; ante el
peso de aquel, sin duda más fuerte y más determinante.
—Tome asiento maestro… señorita, por favor… ¿Espero que sean
de su agrado los alimentos y la vista?— Continuo Zoe diciendo.
Marxx no contesta, solo retira el asiento para Eve; que lo
ocupa dócilmente.
— ¿Señorita Eve?— ¡Si señor, así me llamo!
— Disculpe la indiscreción ¿es usted practicante?
—Sí señor. ¡Lo soy!— responde rápido, la mujer.
— ¿Ama o sumisa...?
— ¿Qué quieres saber Zoe? Sabes que es de mala educación
interrogar a tus visitas. — Marxx toma de tajo las palabras del imperioso amo y
las aplasta.
—Es cierto, discúlpeme señorita. Solo fue curiosidad. ¡Sasha
presenta a los invitados.—Ordena contrariado el príncipe Zoe.
—Lord Camazot, amo reinante del norte.
—Sir Seiya amo de la ruta del sur.
—Os presento al Maestro Marxx, Máster Principal, Tutor de
Amos; Amo Portador de la Luz, Fundador de la Orden Antigua Flor de Liz.
Procurador de la Observancia de los…
— ¡Sasha, ya por favor! Qué tanto título. Son solo cargas
para los hombros de nuestro amigo…—interrumpe fastidiado de nuevo Zoe. Sin
embargo, no logra opacar los murmullos de los presentes que suben a sus oídos.
Sasha apretó el ceño. Hoy convertida en instructora de
sumisión, siempre fue una sumisa, hasta que la tomó Marxx; le enseñó el
verdadero arte de la obediencia, no por un acto de desprendimiento de las
voluntades, sino por el solo hecho de amar aquello que no se entiende: la fe.
Previendo su pronta partida, la educó con tanto esmero que ella aprendió que la
obediencia es necesaria, aun cuando el Señor fuera torpe y tonto; como en esta
ocasión.
Camazot fue quién continuó hablando—Noble Señor, así que
eres el Gran Marxx; héroe de tantas batallas… No sabe el infinito honor que mi
vista tiene de verlo, mi oído de escucharlo; de ser testigo que el hombre del
que se cuentan tantas maravillas está ante nosotros. Si no fuera por usted,
este mundo que amamos se hubiera derrumbado…
—Lord Camazot agradezco sus palabras; pero bien dice Zóe,
son cargas para mis hombros. De lo que fui y soy, ya hay una división; ni puedo
ir para allá en tiempo, como esos tiempos tampoco le son posibles regresar.
Ruego entonces que solo me considere como Marxx.
—Señor cuánta sabiduría tienen tus palabras; no por nada la
leyenda que cubre tu nombre es cierta, me consta… pues igual fui testigo de
esos días en que la tormenta arrecio, llevando el aire su nombre…
—Ejemm… ¿No dirás nada tú, sir Seiya? ¿O compartes la
opinión del lord?—Hostigó el principal.
—Bien sabes que todos conocemos la historia del máster.
Quién no lo sepa es ignorante y necio. Dígame ¿Aun sostiene sus tesis de aquel
entonces?—contesto el joven Amo, de mirada profunda pero llena de sombras, sin
duda, su corazón guardaba las afrentas del pasado.
—Sir, veo que me conoce más de lo que yo imagino… siendo
así, la pregunta sería ¿Qué hago aquí? Más no hay temor. Si hace muchos años
salí de aquí porque no aprobé los oscuros razonamientos de varios; auspiciados
por el que vi como mi propio hermano y mi amigo… No vengo a pelear ni a
remediar. —Marxx, decía, mientras se llevaba el bocado a la boca.
— ¿Un maestro puede tener resentimientos?—Agregó divertido
Zoe, por el curso que tomaba el encuentro.
—Un máster no, un hombre si—contesto al bajar la cuchara al
plato el antiguo maestro.
— ¿Me recuerda señor Marxx? Mi padre fue también su
alumno—Alzó la voz el joven sir.
— ¿Es hijo de lord Dzad, acaso?—pregunto el interrogado.
—Usted lo ha dicho; cuando niño lo observaba. Sus palabras,
sus gestos, encendían mis ánimos. La efervescencia arrastraba las muchas
emociones. Pensaba que algún día sería como usted. Y sin embargo no fue así
porque traicionó a los suyos y se fue…
—Si ve a su padre dígale que lo considero mi amigo.— Hablo
con amargura, sin prestar atención a las ofensivas palabras del sir Seiya.
—Siento que no podré…—se apresura él, joven amo
—De vivir, déselos. De estar muerto, eleve una plegaria a su
memoria.
— ¡No es necesario! No haría ni una cosa ni la otra.
Contestó tajante sir Seiya
—Sea así— sentenció el antiguo máster.
—Pero Seiya, sir sabio y conciliador. ¿Por qué culpas a
Marxx, de los pecados pasados? Una buena virtud de Amo es saber perdonar los
errores…
—Entonces no seamos sabios—Replico Seiya.
Camezot, ya mayor que Seiya, fue quien cortó el silencio que
envolvía la sala.
—Lo cierto es que el enclave donde todos opinaron y
expusieron sus razones, acabó dividido. De esta forma, el excelentísimo Marxx,
prefirió mejor el exilio; a que se rompieran los hilos de lo ya conseguido…
pues fueron más las voces a un solo hombre que a las muchas ideas de otro.
— ¿Entonces qué sucedió lord? —Preguntó burlón el altivo
Zoe. Si hubiera sido lo contrario, ¿Sería yo el extranjero, eso sugiere?
—Cuando el dueño de la casa deja la casa, alguien debe
cuidarla…—aseveró el lord.
— ¿Soy perro acaso, Camazot?—fustigo de nuevo Zoe
—Los perros no razonan, solo siguen su instinto; excelencia,
nunca dije tal cosa.—agrego el lord
— ¡Bah sea!—el principal, cada vez perdía más la compostura,
se movía nervioso de su lugar.
Continúo hablando Marxx, dirigiéndose Seiya a. Eve lo
escuchaba atentamente. Observaba como todas las miradas iban dirigidas a él.
—tu padre sir, fue el último en voltear la espalda; pero no
lo culpo; al contario sino tú, su hijo, no estarías aquí. Te amaba tanto en su
corazón de padre. No tuvo alternativa, eligió tu futuro antes que su
obligación.
— ¿Le llama traidor, máster?
— ¡No, solo prudencia! Dzad, fue mi amigo mucho antes que tú
nacieras. Zoe fue la rama que dobló la rama…
—Hmmm— Fuera de sí, Zoe maltrata a una de las mujeres, que
lleva casi una hora en esa precaria posición— ¿Mierda, dime a qué te apareciste
Marxx; habla con toda claridad? Pues no reconozco más autoridad que la mía. Así
se voto y se decidió.
—Ese es tu gran problema: nunca has logrado calmar tus
emociones…— habló Marxx, al mismo tiempo que ayudaba a la infeliz sumisa a
incorporarse—Tu descomunal deseo de acumular poder y fatuo reconocimiento te
convirtió en un ser ambicioso y perverso.
— ¡Se acabó la cena! ¡Mujeres, a sus habitaciones! Sir y
lord, hagan el favor de retirarse; señorita Eve, espero que entienda y nos deje
solos. Necesito conversar con el noble maestro…
De nuevo se adelanto Marxx. — ¿Tienes miedo de tus miedos…?
—Os ruego señor que respete. Le recuerdo que no sois nadie
aquí ni en ninguna otra parte. Bien dice Camazot; soy un perro que muerde y
deshace al extraño. Señorita ¿aun aquí…?ahora se dirige a la acompañante del ex
máster.
—Señor Zoe—Habló Eve —Si bien es ciºerto esta casa, ahora,
le pertenece… Yo no, soy de su propiedad, vengo con el caballero Marxx, y si él
no tiene a bien echarme, aquí permaneceré.
—Ya veo; las mujeres siempre siguiéndote. Sasha te reconoce
más a ti que a mis mandatos. Mas es verdad; esta mujer no es mía, de lo contrario,
ya la hubiera mandado a azotar 500 veces…|
— Y después ¿qué, señor Zoe? — Lo miró retadora—Me haría el
amor otras tantas veces…?
— ¿Así es como las educas, hoy en día? Sigo sin entender tu
visita, máster; pero has agitado las aguas profundas y te exijo que me reveles
cuál es tu razón de estar aquí.—rabiaba fuera de sí, Zoe.
Marxx, dio un paso adelante justo donde se hallaba su
antiguo alumno, sin dejar de mirarlo a los ojos continuo hablando con mesura,
claro y fuerte.
—El poder te ha trastornado por completo. Nunca lograste
separar la realidad de la fantasía. Lo tiempos no volverán porque yo me los
llevé… Te diré algo alumno mío: Nunca te fíes de las apariencias. Cuando te
reflejes en un espejo, no creas en lo que ves. Siempre duda del que está enfrente
de ti; pues podría ser sin, que lo sepas, una valiosa ayuda para sobrevivir un día más.
—En metáforas hablando, siempre con alegorías. Por eso pocos
aprendimos de ti; y lo que así fue, pronto lo olvidamos. —se burla
descaradamente, Zoe, de las palabras de sus maestro.
Marxx, no se intimida, muy al contrario sabe que ya nadie
hay por hacer por Zoe; ahora lo compadece.
—Nunca eduqué al entendimiento, sino al corazón. Y el tuyo
se pudrió ante la oferta del poder; ya lo tienes, pero perdiste lo único bueno
que había en ti. Al estar así, condenaste lo que se construyó; la obra de los
antiguos maestros, su fe y dedicación no fue nada para los jóvenes aprendices.
Ellos que debieron defenderlo, te lo entregaron. Fue tu engaño y no la codicia,
que los cegó; por eso, no son culpables de tu veneno… por eso siento pena por
mi discípulo, que se perdió en la noche…— termino por decir el maestro.
— ¡Marxx! ¿Vienes y me ofendes? ¿Tuvo que pasar tanto tiempo
para que trajeras tus reclamos? ¿No es
tarde, para ahora pedir justicia? Siempre tan iluso magnifico máster. Hubiera
bastado una sola orden tuya, para ser echado de aquí en ese momento… ¿Y tu
seguirías siendo el principal señor de la congregación? Pero no, eres muy
bondadoso, muy noble en sus entendidos. Rechazando las nuevas reglas del BDSM,
dejaste la posibilidad que gente como yo, al defenderlas; tendría todo el apoyo
de los jóvenes máster. El arte de la seducción es adivinar qué se esconde en
los corazones débiles, me dijiste alguna vez. Pensándolo bien, si me educaste
conforme a tus enseñanzas, antiguo maestro.
Máster y Amo quedaron en silencio, cada uno en su
pensamiento tenía la imagen del otro. Eve, en medio de ambos.
—Los tiempos se acaban eso es todo—Musitó como leyendo las
calladas palabras de Marxx.
Ya de vuelta, montados en la motocicleta, Eve buscó los
labios de él.
—Ahora comprendo la diferencia entre la fantasía y la
realidad; dejaste todo eso por ser real…—Él solo sonrió. La moto obediente
enfiló a toda velocidad, perdiéndose en la noche de la ciudad.
Fin
Gracias por traerla cuando mas lo necesitaba.
ResponderEliminargracias a ti, por estar cuando esta historia naufragaba en las aguas de la incomprensión...
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